El Piloto

Alguna vez leí que los mejores aviones de guerra son aquellos que se pueden maniobrar con mayor facilidad, es decir, aquellos que a pesar que los ataquen con cientos de misiles, estos tengan la capacidad de esquivarlos gracias a su maniobrabilidad capaz incluso de sobreponerse a la falla de alguno de sus motores o al impacto de algún avión enemigo, supongo que si trasladamos eso a la realidad, la guerra sería el mundo en el que vivimos, una constante batalla por mantenernos en el aire a pesar de los bombardeos, el avión seriamos nosotros y el cielo el destino que no podemos controlar.

Te preguntarás quien pilotea el avión, pues depende, en algunos la razón en otros el corazón, sin dudarlo ni un segundo este último es el que controla mi avión, no puedo decir si es el mejor o el peor piloto pues algunas veces tiene sus aciertos pero en otras he estado a punto de estrellarme, capaz y con la razón estaría mejor piloteado pero no creo que fuera tan emocionante como lo hace el corazón con su divertida forma de hacerme creer algunas veces que el aterrizaje a tierra es la única solución para un avión malherido por los ataques enemigos.

Algunas veces me suele faltar gasolina y es allí cuando el corazón bombea la sangre suficiente para mantenerme en pie, nunca avisa, eso sí, no pide permiso tampoco, es un poco descarado, pero es su forma de ser, es el riesgo que tomamos para quienes nos dejamos conducir por él, hay quienes eligen cambiarlo con el traspasar de los años, hay otros que se quedan con él desde que nacen pues les encanta que los pilotee, aunque tristemente muchos llegan a estrellarse.

No puedo hablarte de la razón, nunca he dejado que me pilotee por un largo tiempo, aunque a veces cuando me peleo o me canso del corazón le abro las puertas para que me ayude a mantenerme en el aire para descansar un poco, pero luego de un rato me hace falta ese sube y baja de emociones, esa adrenalina del estar cerca de estrellarme y sin avisarle el mismo se va.

Su última aventura fue una sorpresa, no estaba preparado, nos encontrábamos volando muy bajo, no tenía mucha gasolina y el piloto parecía dormido, pues hacía mucho no hacía algo que me levantará, tanto que algunas veces podía sentir el piso debajo de mí, hasta que de un momento a otro <¡Suassss!> , comenzó a subir y a subir muy alto, la bomba de gasolina comenzó a botar sangre con mucha fuerza en cada pum, pum, pum, subía y subía como un relámpago y mientras lo hacía podía ver como nos acercábamos al cielo, ese cielo celeste, plagado de pequeñas nubes en donde el sol jugaba con ellas, tirando colores amarillos y rojos como un tomate, que a lo lejos divisaba una figura, parecía la de otro avión, un poco pequeño, pero de los más hermosos que halla podido ver, pero no fue por mucho por que al acércame se fue desvaneciéndose junto con las nubes que lo acompañaban.

Es triste decirlo, durante estos últimos días estuve buscándolo desde lo alto con el fin de poder verlo mejor, me alegraba saber que un hermoso avión me observaba desde lo lejos, pero con el paso de los días mi esperanza se esfumo, pues parece ser que aquel avión se había ido muy lejos y que mi piloto me había jugado otra mala pasada otra vez, atreviéndose a buscar lo que suele estar muy lejano de mí, ahora solo me queda esperar pues estando en el aire , nada se sabe.

Por: Gabriel Fortich Barros

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